Ministerio de Educación - Catamarca - Dir.Pcial.de Educación a Distancia

Nivel Primario – El Sujeto de Aprendizaje

Enseñar hoy invita a pensar en los sujetos a quienes van dirigidas las prácticas pedagógicas, a pensar quiénes son esos niños, a pensar en estos escenarios actuales, complejos y convulsionados, en donde los cambios sociales, culturales, económicos, históricos y tecnológicos, atraviesan, exceden y determinan nuevas subjetividades, nuevos modos de ser y de estar en el mundo muy diferentes a los de pocos años atrás.
La infancia de hoy ya no es la de antes, porque esos escenarios actuales se caracterizan por una redefinición en muchos aspectos ya que cambiaron las experiencias sociales, las lógicas familiares, y la incidencia del mercado y de los medios de comunicación en la vida cotidiana infantil. Las infancias se configuran con nuevos rasgos en sociedades caracterizadas, entre otros fenómenos, por la incertidumbre frente al futuro, por el desentendimiento de los adultos y por la dificultad de dar forma a un nuevo imaginario de infancia.


“(…) por ello el modelo pedagógico escolar debe tender a generar propuestas escolares con “estrategias diferenciadas”, que respondan a los intereses y necesidades de los alumnos, animándolos a pensar desde otra perspectiva, y las prácticas docentes con un “modelo integral de acción” que se enmarque dentro de las normativas vigentes.” (Aportes de los docentes de las Escuelas: N° 221 – Belén; Nº 264 – Fray M. Esquiú; Nº 703 – Andalgalá; Nº 701 – Capital; y Nº 33 – Valle Viejo.)

En este nuevo siglo, los chicos gozan de un reconocimiento social inédito. Su nueva situación está poniendo en jaque los modelos de relación tradicionales. Hay un cambio de perspectiva que se hace especialmente visible en el ámbito legal. Desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño, en noviembre de 1989, se establecieron las bases de una profunda transformación del lugar que tienen los niños, que han dejado de ser considerados objetos de tutela para convertirse en sujetos portadores de derechos. A partir de las nuevas legislaciones y por primera vez en siglos, los niños tienen voz y voto, su palabra cuenta, deben ser escuchados en las causas administrativas y judiciales que los tengan como protagonistas, ya que tienen derecho a expresar sus puntos de vista, independientemente de su edad.
Hasta no hace demasiado tiempo, la escuela y la familia eran los responsables de la formación de los chicos. Ahora ese espacio se comparte con los medios de comunicación masiva. La televisión, el cine, la publicidad y la industria del entretenimiento pasaron a tener cada vez más protagonismo en la socialización infantil.


“Se pasa de dos referentes válidos, la familia y la escuela, a la multiplicación de los agentes de socialización. Por un lado, cambia el lugar de autoridad del adulto, y la socialización primaria, a cargo de la familia, es menos estable y rígida. Por el otro, los chicos ingresan en la escuela antes y, además, están socializados por los medios (…) A diferencia de las generaciones pasadas, los chicos eligen lo que quieren hacer, la ropa que desean usar, los amigos con los que se vincularán, saben negociar con los adultos. Y no sólo eso: en algunas áreas superan precozmente a sus progenitores. Basta verlos desenvolverse entre monitores de computadora y pantallas de video.” Carli, Sandra (2005).

Sandra Carli (2005) investigadora del tema de la infancia expresa que se están modificando las fronteras entre la infancia y la adultez, sobre todo en escenarios de pobreza y exclusión social, porque en muchos casos no se sabe bien cuándo termina la infancia y cuándo empieza la adolescencia y la adultez. Otros autores consideran que ha surgido una nueva infancia, la de los “niños posmodernos”, y otros van más lejos, como el norteamericano Neil Postman (2.011), que plantea directamente, la llegada del “fin de la infancia”, pensando en aquellos niños que desafían cualquier autoridad, niños que acceden a la misma información e imágenes que los adultos, niños que trabajan y que lo hacen incluso junto a sus padres acompañándolos prácticamente desde que nacen. El trabajo infantil, los chicos en situación de calle, el delito infantil, son fenómenos que muestran experiencias de autonomía temprana, una adultización notoria y una ausencia de infancia. La pobreza, la marginación y la explotación social, reúnen a las generaciones que no registran diferencias por edad. Sin embargo nada de esto, opina Carli, nos permite afirmar que la infancia desaparece. Lo que desapareció es la infancia de los que hoy somos adultos, la que quedó en nuestra memoria, y estas infancias que se dan ahora resultan complejas.
Cuando se habla de infancia hoy se habla de una diversidad de situaciones: niños que venden
diarios, que van a la escuela sin desayunar, que lavan coches en la plaza y que andan pidiendo. Niños que tienen todo a su alcance, que van a escuelas privadas y niños que van a escuelas públicas. Todos son niños, los de los country, los que trabajan y los que viven en situación de calle. Las transformaciones que han ocurrido a lo largo del tiempo nos llevan a hablar de infancias en plural, para dar cuenta de las diferentes formas de transitar por ese período de la vida, porque es un tiempo que los niños recorren de manera cada vez más diversa y desigual. Emplear el plural para denominar la infancia, ahora como las infancias, es un primer movimiento tendiente a desnaturalizar el concepto de infancia como una etapa que todos los niños transitan de la misma manera.
Por ello es necesario interpretarla infancia como una construcción social, porque la misma solo puede ser comprendida en el marco de cada tiempo histórico y de los cambios globales de la sociedad. Por ejemplo, la diferenciación entre niños y adultos que se inicia en la modernidad con su sesgo de incompletud, fragilidad y vulnerabilidad dio lugar a la construcción del sujeto pedagógico, al que había que transmitirle la cultura de los adultos. La escuela moderna comienza entonces a compartir el cuidado y la crianza de los niños junto con las familias.

En nuestro país, el sistema escolar va a cumplir un papel fundamental en el modo de concebir la infancia. “La escuela, ligada con la construcción del Estado, estaba destinada a educar a los hijos de los inmigrantes…”, Carli Sandra (2005), con la función de alfabetizar y crear futuros ciudadanos.
En la actualidad han ocurrido cambios sociales en la familia, en el uso del espacio público, en las pautas de crianza, en la forma de vivir y habitar, en las concepciones de autoridad que se observan en los padres, en la irrupción de los medios masivos de comunicación en los hogares, en el impacto de la televisión, en la transformación del tiempo libre, etc., lo que nos permite entender las diferencias de los niños de hoy con los de antes. Se configura un nuevo imaginario de la infancia: hoy los niños son objeto del mercado y están atravesados por los medios masivos de comunicación, la publicidad, los celulares, los juegos electrónicos e INTERNET con todos los riesgos que ello implica cuando no están supervisados. Hoy se interpela a los niños como consumidores plenos, y las propagandas van dirigidas a ellos directamente. Pero además hay una gran distancia entre los que acceden a todo y los otros que se manejan en la más extrema precariedad.
La infancia como época de constitución y crecimiento sitúa a los niños en una etapa de gran vulnerabilidad, ya que remite a los momentos constitutivos estructurales de la subjetividad infantil. Pensar al niño como un sujeto, nos ubica, desde un encuadre psicoanalítico, en una perspectiva diferente a verlo, o como un tabula rasa que hay que completar, o como un sujeto activo que construye conocimientos, y nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad del adulto en la constitución subjetiva, ya que el niño se constituye como un sujeto en su relación con los adultos. Significa pensar en una subjetividad en vías de constitución, que no está dada desde el vamos, que se constituye con el adulto, con el otro, significa que se requiere de alguien que le acerque al niño la lengua y la cultura, y le ofrezca espacios de protección que le posibiliten aprenderla.
La noción de sujeto nos permite entender que esa construcción es siempre en relación a un adulto, a un OTRO, primero desde la familia y luego desde la escuela, a través de los docentes. Y en esa constitución opera un vínculo con el adulto que es profundamente asimétrico.
Esta situación de asimetría coloca al adulto en una posición de poder respecto del niño que marca una situación de desventaja por los conocimientos y posibilidades de dominio del adulto. Y ese poder pone al docente en un lugar de gran responsabilidad y cuidado porque el niño no tiene otra posibilidad que confiar en él. Todorov define la responsabilidad como una forma particular del cuidado, y Norbert Elías cuando habla sobre las relaciones entre el poder y el conocimiento, define a este último como una forma particular del cuidado. Conocer es poseer medios de orientación de los que se carece al nacer, y enseñar es dotar a los recién llegados, de guías e instrumentos orientadores sin los cuales vivir entre semejantes se vuelve una tarea ardua.” (Citado por Estanislao Antelo en “La falsa antinomia entre enseñanza y asistencia”)
El docente se constituye así en un referente importante en la constitución subjetiva de los niños, que a lo largo de su trayectoria y experiencia escolar van construyendo auto imágenes sobre sus posibilidades de éxito o de fracaso futuro, en la escuela y en la sociedad. La escuela incide en la construcción de experiencias de los alumnos. Los niños en la escuela construyen significados sobre el mundo y sobre sí mismos. Comprender las interacciones existentes en el proceso de subjetivación, permite entender que todo lo que el maestro haga o diga, impacta en el otro subjetivamente, de una manera profunda. Los niños y adolescentes de sectores desfavorecidos son los más afectados en cuanto a la falta de proyecciones para su futuro. La escuela se presenta en contextos desfavorables, como uno de los pocos espacios sociales que tienen la fuerza para que un niño o un joven puedan salir de su situación de marginalidad. A través del proceso de socialización se inculcan y se apropian de los valores y la cultura de un orden social y a través del proceso de subjetivación cada alumno va construyendo, una forma de ser y de estar en el mundo. En este proceso los docentes se transforman en agentes centrales, en tanto se convierten en personas claves que pueden impulsarlos hacia nuevos destinos. La escuela deja de ser vista como una institución exclusivamente socializadora para entenderla como una institución constructora de subjetividad. Los docentes se presentan como aquellas personas que con sus juicios y veredictos van a dejar huellas en sus alumnos en cuanto a lo que se espera de ellos en la escuela y en cuanto a la posibilidad de construir nuevos horizontes simbólicos. Así las creencias de los docentes respecto a la capacidad intelectual de sus alumnos, a su rendimiento escolar, terminan con frecuencia en profecías auto cumplidas y las expectativas de rendimiento de los docentes, se traducen en ciertos resultados que esperaban.
En la Provincia de Catamarca, también transcurren diversas infancias impregnadas por los contextos y por las condiciones ofrecidas por el mismo para el acceso a los bienes culturales. La impronta dada por la geografía y el paisaje se manifiesta en los modos de decir y hacer de los niños, en sus modos de mirar y recibir, encontrando singularidades que definen una identidad que a su vez determinará diversas maneras de ofrecer esos bienes culturales. Las escuelas, en este ofrecimiento, y los docentes, adultos responsables del cuidado de las infancias, se acomodarán desde sus prácticas a ellas con la hospitalidad necesaria que significa aceptar esas diferentes infancias: la de los niños que viven en zonas montañosas, sin acceso, en algunos casos, a las nuevas tecnologías, las infancias de la puna, las infancias de las cosechas y de la cría de animales, las infancias de los hilados y urdiembres. Las infancias de las comunidades urbanas atravesadas por el consumo, por la pobreza, por los medios masivos y tecnológicos de comunicación que imprimen un modo de ser y de estar en el mundo muy diferentes.
Los niños y niñas que llegan a la escuela lo hacen con el sello de una cultura que les es propia, de acuerdo a una clase social, a un barrio o incluso una familia y en la escuela aprenden lo que Perrenoud (1990), denominó “el oficio de alumno” y aprendiendo el oficio de alumno aprenden el de ciudadano. Perrenoud (1990).
Esta concepción de la escuela impregna a la tarea docente de una gran responsabilidad en la construcción de las trayectorias escolares de los alumnos, en tanto recorridos que los mismos realizan por grados, ciclos y niveles.